miércoles, 12 de enero de 2011

Síntoma de la divinidad

Primero fueron las cucarachas que merodeaban al ocaso,
adornando con pinceladas de asco las tinieblas.

Entonces fue la lluvia y los arabescos de luz
atravesando las nubes con premura:

no es el llanto de Dios sino su risa la que te destroza.

El viento vino con su canto destructor
a resolver los enigmas del ruido bajo el polvo;

mañanas atiborradas de cielos y de azules
y del dulce hedor de los ríos que bordean el paisaje.

Y están las calles y las alcantarillas
y los bastos subterfugios de la desolación por donde transita
el rumbo estático de los seres
que tienen marcado su destino entre los dientes,
como el cristo de los sollozos camino hacia la cruz,
camino al paredón:

esa milla verde de los ángeles que se pudren en las estacas.

Es que así es el amor que baja desde el imperio de los asteroides;

la celeste amplitud de su sangre se esparce
por las llagas de los penitentes que la moran;

la paranoia es el primer síntoma de la divinidad.




R.A. Harris
11 de enero de 2011

1 comentario: