Te sorprendes en otras risas, amando en otros labios,
parpadeando en el ojo de nuevas histerias,
la abundancia del grito que siempre usaste como excusa;
nada duele más en las huesos, que las propios huesos
hundidos en si mismos,
partidos hacia adentro como dientes de memoria;
esa conciencia intermitente a la que accedes entre insomnios.
Nada duele más que una lucidez estructurada y brutal
venga una noche, y te muestre
que ya no quedan más sorpresas.
Ronald Harris
29 de junio de 2011
la segunda estrofa está genial
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