Juegas, titiritero feroz,
a que tus marionetas se abofeteen torpemente,
y te ríes de ellas como un niño
feliz ante la destrucción de sus muñecos,
mientras creas las tragedias que te acomodan,
y llenas de razón tu indecente vacuidad.
Pero el juguete eres tú, y ese afán inútil
de encontrar tu cara en espejos ajenos.
Ronald Harris
29 de junio de 2011
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