miércoles, 13 de febrero de 2019

Dios en el cristal

Terminará Dios por fin su precipicio, sumergiéndose en el cristal de lo que tiembla, hundiendo el brazo, el hombro, la poderosa espalda por completo, en aquel reflejo que se agota sobre tu rostro; y de la profunda oquedad donde ya no brilla el deseo, sacudirá las horas que conviven con la ausencia. 

Apoderarnos del odio, no sucumbir cuando nos grita. Amar aun en el destierro y caminar, caminar, caminar recordando cada paso, caminar sin huir pero distante, mirando cómo queda descrito el mar en la pisada, como una instantánea feroz de la alegría. Caminar hasta que el camino nos desarme la pisada, osea al mar, osea a tu rostro. Caminar y en algún paso, lograr un salto, y mirar el precipicio, y contemplar a Dios, bostezando.

Pero no era Dios en el cristal. Ese Dios que miras y no que vuelve. Ese Dios acurrucado sucumbiendo a su designio. Ese Dios que te llama por otro nombre. Ese Dios que te grita. No, no eras Él. No eras. Y es que al final cada sueño tiene una vigilia que lo espera. Tú eras la mía y un poco el insomnio; un solitario oasis de fuego, en mitad del frío infinito en donde vagan las estrellas. 

Ronald Harris
12 de febrero de 2019

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