domingo, 9 de agosto de 2020

La sombra de los otros




La madrugada cae con su canto misericordioso 
sobre las almas que lloran, 
y mis pies tocan el frío vaivén de la soledad; 
los dedos enjutos, las plantas solares,
los vellos ubicados con justa precisión, 
la armonía de la nada que se teje en los tendones.

Así mis pasos se alejan con ritmo sigiloso;
pasos de mañana que siguen a la noche,
pasos de silencio que huyen las heridas;
descalzo andariego sobre el césped
y el olvido.

La mañana es una misa coral de heladas proporciones,
niebla fresca que roza las mejillas,
mientras me interno en la gris incandescencia,
en el sopor de un aura imperturbable.

Me saludan las copas de los árboles
desde su distancia nebulosa,
un rito de hojas y alas
que tejen el murmullo claro
de una estación imprecisa;

no hay una palabra en la retina,
ni un sólo verbo en lo blanco de mis ojos;
cadenas de oraciones inconclusas se esparcen por el suelo; 
la humedad las atraviesa hasta convertirlas en rocío.

Un pájaro trina su secreto,
y la sombra de los otros se aleja sin un grito.

Si escucho cuidadosamente,
oiré nacer el sol.


Ronald Harris

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