el lobo que aulló dulcemente tras tu puerta sede al asombro
ante la levedad de tus pasos sin huella aparente
es que quizá la arena que cubre la memoria
no sabe el peso de tu pie
ni la forma de tus dedos cuando pasan sobre mí
evita entonces los nombres del odio que te muerden la sinapsis
como un grifo rojo ardiendo en las neuronas
recuerda
no hay pájaros que trinen lo suficiente en esta jaula
para despertarnos del olvido
Ronald Harris
20 de septiembre de 2011
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