domingo, 6 de noviembre de 2011

Cadenas y cetáceos

A quién llama tu silbido tan dolorosamente propicio. Huyen sombras y líneas de un sol equívoco te trazan apenas bajo los caracoles, atrapada en la succión de tus estrellas y los navíos que remotamente te apuñalan. A qué llorar el maremoto desproporcionado de mi sueño, si me vigilas y lo sé, y soy tan tuyo cuando me cantas, cuando te veo cruzar la oscuridad rotunda y pavorosa, abrazada a las mismas olas que me dividen tan profundamente. Entre los dientes atesoro tu sal, como un canto febril y submarino. Tú te vas en el espectro que dibujo, mientras te buscan las aves que no devoró la noche. Yo elevo las anclas y te sigo, encadenado como Ismael a tu corazón.

1 comentario:

  1. Qué inconfundible eres para la prosa poética, Ron, cuánta belleza derrochas.
    Y bien, hace casi un año que no apareces por aquí y ya va siendo hora de que retomes como has retomado en Ultraversal.

    Fíjate que hasta yo me hice un puto blog y aún no te he visto por allí, cosa impensable, por otro lado (ríome).

    Dale, que tengo muchas ganas de verte pateando tópicos.

    Un beso de reencuentro.

    ResponderEliminar